La felicidad no tiene recetas
Aunque muchos libros, artículos o vídeos te quieran vender lo contrario, la felicidad no tiene recetas específicas ni protocolos linealmente delimitados. La ambigüedad y particularidad que entraña la propia definición de lo qué es felicidad para cada uno, la convierte en algo a construir de manera individual e intransferible. Porque lo que para uno es dicha, para otros puede suponer el más frustrante hastío o la mayor sensación de vacío existencial.

La felicidad depende de cómo la definas
No cualquiera es capaz de expresar verbalmente lo qué es para él la felicidad. Y a menudo se confunden la felicidad con la alegría, emoción que muchos asocian a esta, y cuya relación los medios de comunicación se han encargado de potenciar. Pero no para todo el mundo estar alegre es, necesariamente, estar feliz, y ni mucho menos "ser" feliz. Un pintor puede que encuentre su mayor dicha cuando está en silencio y en soledad pintando, por ejemplo. La alegría, como emoción, no es aquí necesaria; es más, en la alegría puede que uno no pueda encontrar la concentración precisa para dar expresión a su máxima capacidad creativa, ya que es una emoción expansiva muy útil para socializar, pero no para centrarse en una tarea de precisión.
Cierto es que para muchos la felicidad tiene que ver con poder disfrutar en sociedad, reírse y crear vínculos íntimos con los demás; pero aunque parezca algo mayoritario, no se puede establecer una norma general, ni podemos incitar a alguien a buscar la felicidad en las relaciones sociales. De hecho, las personas con tendencia a la depresión suelen ser introvertidas, que disfrutan del placer de la soledad y de sus propios pensamientos, aunque no hayan sabido gestionar adecuadamente la emoción de la tristeza. Y es muy posible que saber gestionar las emociones sea un paso para sentirse feliz, pero tampoco podemos considerarlo un requisito indispensable, ya que hay personas felices que jamás se han planteado hacer una gestión proactiva de sus emociones.
Antojos, deseos, aspiraciones y anhelos
Un antojo es algo que queremos de manera inmediata, porque nos apetece o porque nuestra mente, en función de los estímulos recibidos, ha decidido que es necesario satisfacer lo antes posible: un helado, un paseo, una película o llamar a alguien, por ejemplo. Todos somos consciente de que un antojo es algo temporal y que vamos a disfrutar consiguiéndolo (aunque no siempre tanto cono habíamos previamente concebido); pero casi todos sabemos que no es algo indispensable, es decir, podemos pasar sin ello sin que nuestro estado anímico se resienta significativamente.
Un deseo es algo de mayor calibre, cuya consecución no tiene porque ser inmediata, y que suele requerir mayor espera: poseer un vehículo determinado, vestirse de una manera concreta o adquirir alguna posesión determinada. Deseos y anhelos forman parte del "tener", y se relacionan con la obtención de aspectos mesurables y tangibles. La sociedad de consumo trata de hacernos creer que obtener un producto nos va a aportar felicidad, que la cara se nos iluminará cuando tengamos ese coche, o cuando vivamos en esa casa. Y puede que muchos opinen así, y que su felicidad se base realmente es eso, pero si cuando uno logra aquello que deseó, vuelve al de un tiempo a sentirse como antes, es muy probable que ese logro no sea más que un parche temporal a su infelicidad.
Una aspiración as algo que queremos lograr, pero somos conscientes que conllevará un esfuerzo y una dedicación que se puede prolongar en el tiempo. Por ejemplo, uno no "desea" ser médico, sino que "aspira" a ser médico, sabiendo que el camino a recorrer para lograrlo puede ser largo y duro en muchos momentos. Una aspiración es, por tanto, algo más relacionado con lo que queremos "ser" y no tanto con lo que queremos "tener", aunque puede que eso a lo que aspiramos nos aporte también el potencial económico para lograr aquello que deseamos. Pero lo importante de una aspiración es que provoca un cambio en nosotros mismos, aportándonos conocimientos y una experiencia que antes no teníamos, lo que nos hace seres más plenos, con mayores aptitudes y con mejor autoestima. Pero, ¿es este cambio el que realmente nos hace felices? No tiene por qué...
Un Anhelo es un concepto que vamos a definir de manera particular para diferenciarlo de los términos anteriores. Un Anhelo es algo cuya realización, de por si, ya aporta una satisfacción personal, independientemente de que nos otorgue logros materiales o económicos. Son aquellas actividades que nos hacer sentir bien, sin necesidad de obtener algo ni de mostrar algo a los demás. Volviendo al ejemplo del pintor, la mayor satisfacción se produce cuando éste pinta algo por el mero placer de pintar, sin el objetivo ni el condicionamiento de tener que vender ese cuadro, sino sólo por el estado de dicha que implica estar pintando. Cuando esto sucede, al pintor no le importa acabar o no su obra, ya que no hay un objetivo extrínseco, sino intrínseco.
Lo intrínseco y lo extrínseco
Cuando se les pedía a niños pequeños que pintaran lo que quisieran, se producía una calidad de dibujos acorde a su edad en la que se mostraban sus temas predilectos. No se les pedía realizarlo en un tiempo concreto, ni se les apremiaba a ceñirse a unos requisitos. Después, se les solicitaba un dibujo específico y se les indicaba que los mejores dibujos tendrían premio; entonces se producía una situación de premura, ansiedad y cierta agitación, que generaba unos dibujos de peor calidad que los primeros. Es decir, la presión por realizar algo con un objetivo extrínseco (el posible premio), inhibía en cierto modo el disfrute intrínseco que suponía pintar sin expectativas, afectando a la ejecución. Los adultos, en cierta manera, conservamos cierta ansiedad ante la evaluación social de lo que hacemos, lo que nos priva de disfrutar de muchas tareas. Perdemos así el placer intrínseco que se deriva de las actividades que realizamos, incluso de aquellas que hacemos por placer y no por el beneficio económico que nos aporten.
Los Anhelos se relacionan con este placer intrínseco de realizar una conducta por el mero hecho de realizarla. No es lo mismo ir al monte con el objetivo especifico de hacer cima, o ir sin esa expectativa, sino sólo por el placer de pasear por la naturaleza sin sentirse obligado a llegar arriba. Anhelar hacer algo supone hacerlo por la satisfacción en sí misma que implica el acto de hacerlo. Lo intrínseco elimina, por tanto, elementos ansiógenos de la conducta, pero no a todo el mundo le agrada eso, pues hay quiénes tienen que marcarse una meta específica para sentirse motivados a la acción. Por eso, lo intrínseco y lo extrínseco es una dualidad a considerar, pero cada uno ha de valorar cómo la incluye en su propia receta de la felicidad.
Felicidad hedonista y felicidad eudaimónica
Ya en el filosofía de la Grecia clásica se escribía sobre la felicidad hedonista, que surge de la satisfacción de los placeres físicos y de la consecución de metas, y sobre la felicidad eudaimónica, fruto de realizar actividades congruentes con los propios principios, y el desarrollo de las propias potencialidades. Para Aristóteles, la felicidad no es una mera búsqueda de lo agradable y lo placentero, o una evitación de los desagradable y aversivo, sino el fruto de la implicación personal en actividades que favorecen el crecimiento personal y la autorrealización.
Esto nos lleva a una última consideración acerca de la felicidad consistente en averiguar qué es lo que a uno, de manera personal, le motiva y le llena. Porque no todo aquello que, aparentemente, nos agrada tiene porque ser algo vinculado a nuestros valores y principios más íntimos. Vivimos condicionados a que nos guste aquello que les gusta a la mayoría, y que los medios de comunicación potencian por el beneficio económico que les reporta: el fútbol, los automóviles, la tecnología, la comida rápida... etc. Averiguar qué es lo que realmente nos motiva y nos satisface, forma parte de un proceso de autoconocimiento que no mucha gente suele realizar, pero que marca el camino para lograr vislumbrar, al menos, cómo definir la Propia Felicidad.