Las cuatro situaciones Maestras
El auto-conocimiento y el desarrollo personal requieren un aprendizaje que no implica, necesariamente, la adquisición de enseñanzas especificas. De hecho, las vivencias que posibilitan la construcción del propio carácter son de naturaleza más experiencial y práctica. Aquí mostraremos las cuatro "situaciones Maestras" que abren la puerta a la auto-realización individual, y permiten, si sabemos usarlas, la adquisición del bienestar personal, tanto mental como físico: La soledad, la pérdida, el fracaso y la enfermedad.

La soledad: enfrentarse a la propia mente
En la soledad confrontamos con nosotros mismos, con nuestros pensamientos más habituales, con nuestras preocupaciones, con nuestros miedos y con nuestros interrogantes. Pero este afrontamiento interno es eludido por la mayoría recurriendo a estímulos externos que impiden atender a lo que sucede dentro de la mente. Sólo cuando somos capaces de mirarnos a nosotros mismos y, simplemente, observar que sucede en el flujo de la conciencia sin juzgarlo ni potenciarlo, comenzamos a adquirir el control del mismo.
Todo tiene cabida en la mente, incluso las ideas más oscuras y siniestras. Pero que pensemos en la muerte de alguien no nos convierte en asesinos, ni soñar con tener mucho dinero nos hace millonarios. Tan sólo es una corriente de pensamientos continua, que podemos modificar decidiendo activamente a cuales les damos prioridad y relevancia. Esto hace que cada vez seamos más dueños de nuestra conciencia. Pero, si al estar en soledad en seguida recurrimos a algo externo que nos entretenga, perderemos esta capacidad.
La pérdida: exposición emocional
La pérdida es una Maestra que nos confronta con nuestras dependencias afectivas cuando un ser querido desaparece de nuestra vida por alejamiento, ruptura sentimental o fallecimiento. Toda pérdida nos expone a una detonación de sentimientos que desencadena un cambio emocional: La tristeza, la angustia o la ira emergen espontáneamente sin control, lo que marca nuestra dinámica cotidiana. Debido a que casi todos tenemos una emoción predominante, será esa la que más fácilmente aparecerá ante una situación de pérdida. Por ejemplo, yo he visto personas reírse y hacer chistes en el funeral de su padre; porque la tristeza no siempre es la emoción que surge ante la muerte de alguien con quien tenemos un fuerte vínculo afectivo.
Observar la propias emociones y, sobre todo, poder expresarlas, es el camino para una adecuada gestión de las mismas. No tenemos porqué pretender cambiarlas ni modificarlas como los pensamientos, ya que no tenemos un control directo sobre ellas. A menudo eclosionan bajo el más mínimo acontecimiento interpersonal, como que alguien haga una broma sobre nosotros o que no nos llamen para un evento social. Cuando expresamos los que sentimos le damos forma y descubrimos bajo que condiciones se producen estos cambios. A partir de ahí, podemos dejar que sigan libremente su evolución hasta que se extingan de forma natural.
La enfermedad: percibir nuestra fragililidad
La enfermedad es una de las Maestras más crueles y despiadadas, pues nos confronta directamente con nuestras fragilidad física, nuestras debilidades y la falta de amor propio que nos induce a realizar conductas poco sanas. Cuando perdemos la salud podemos achacarlo, y de hecho lo hacemos, a causas externas que no podemos controlar como el contagio de un virus, un accidente de tráfico o la ingesta de un producto en mal estado. Pero incluso en esas situaciones tan aparentemente azarosas, tenemos un cierto grado de control que esa situación nos invita a ejercer.
Fortalecer nuestro sistema inmunológico, aprender a agilizar una recuperación tras un traumatismo o preservar nuestra vitalidad son aspectos que podemos potenciar con el ejercicio físico regular, adecuadas pautas de sueño o cuidando nuestra alimentación. En la pérdida de salud podemos ser más conscientes de todo esto, en vez de quejarnos por la mala suerte, y aprender a mantener nuestra vitalidad en un nivel más óptimo y satisfactorio. Toda enfermedad nos debería enseñar, por tanto, a realizar ajustes o cambios en nuestro tipo de vida y en nuestro auto-cuidado personal.
El fracaso: desequilibrio anímico
Algunas de las situaciones que más afectan al estado de ánimo, la motivación o la energía vital son las relacionadas con no conseguir aquello que deseamos. La falta de logros puede hundirnos anímicamente hasta el punto de sentirnos sin ganas de seguir trabajando en ello, o puede provocar todo lo contrario, incitándonos a esforzarnos más en su consecución. Por eso, el éxito es una elemento esencial en la motivación y en las ganas de hacer cosas. Sin embargo, el éxito es un concepto ambiguo que cada cual construye de manera diferente.
Para la mayoría, el éxito es algo que tienen que poder ver los demás y que tiene que poder medirse: un sueldo elevado, un logro académico o una imagen atractiva, por ejemplo. Pero para otros, el éxito es algo más personal y relacionado con realizar en la vida aquello que sea congruente con la propia manera de pensar y sentir, u obtener satisfacciones propias que los demás pueden no apreciar a simple vista. Esta focalización en lo intrínseco de los objetivos personales nos aporta más control del estado anímico personal, pues ya no tenemos que estar pendientes de cómo reaccionaran o nos verán los demás, ni tampoco tendremos que desgastarnos por conseguir lo que creemos que los otros o la sociedad esperan que logremos.
La Vida como Maestra
En muchos periodos de la Vida uno se siente desorientado y tiende a buscar maestros que le guíen y le den una pauta de trabajo. Pera la propio Vida ya es una Maestra en sí misma.
Aprender de la Vida pasa por reconocer estas cuatro situaciones y por como nos afectan en los niveles descritos: en lo mental la soledad, en lo emocional la pérdida, en lo físico la enfermedad y en lo anímico o motivacional el fracaso. Y todos hemos experimentado y seguiremos experimentando estas cuatro situaciones incómodas que son las que nos brindan la oportunidad de desarrollarnos individualmente, conocernos a nosotros mismos y, en definitiva, llegar a auto-realizarnos para obtener el bienestar personal. Evitarlas, ignorarlas o rechazarlas nos niega la capacidad de forjar nuestro propio carácter, y nos convierte en meros personajes secundarios de una Vida en la que podríamos ser más protagonistas en el papel que cada uno elijamos.